Cerca del puente de Rialto me topé con el escaparate de «La bottega dei
Mascareri». Perfecta. Entré. Decenas, cientos de máscaras tradicionales me recibieron,
me observaron tras sus cuencas vacías, me susurraron que mi piel, mi carne, mis
huesos les confirieran vida. Cedí al hechizo de una de Colombina dorada, con rombos
blancos rojos, dorados y antiguos cosidos sobre la seda creando un arabesque geométrico,
rechazando la oferta de alquilar un vestido: llevaría uno mío negro de encaje.
Fragmento de Placer sin fin, un relato erótico inspirado en la canción de Kula Shaker Temple of Everlasting Light. Sin duda, uno de los más salvajes, simbólicos y oníricos que he escrito. Puedes leerlo en este enlace.
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