Despertó. Tenía un terrible dolor de cabeza. La boca pastosa por el alcohol, el tabaco rancio y un regusto ácido. Se levantó con dificultad y fue al baño tambaleante. Orinó mirándose las rodillas; en los muslos, un reguero de semen reseco. No, por favor, no me jodas, otra vez no. El papel higiénico arrastró arena que le arañó el culo y el sexo. Se sacudió con rabia y cayeron las diminutas conchas que estaban adheridas a sus ingles, pequeñas oportunistas de un naufragio (...)
Eugène Thivier |
Resto de relato en este enlace
Brenda B. Lennox ©
Brenda B. Lennox ©