miércoles, 18 de mayo de 2016

Crucifixión

Nuestros días eran marcas
en el suelo
de la jaula;
y para ti simples muescas
en el cabecero
de la cama.

Rellenábamos quinielas
cuyo premio era
pernoctar
en tus bragas;
apostando entre nosotros
la dignidad y las entrañas
con el as de corazones
que atravesabas
infame reina
de espadas.

Porque siempre,
siempre,
             SIEMPRE,
porque siempre
hacías trampas
con tu moneda sin cara
y tu baraja
trucada.

Leyendo en nuestras palmas
cruces de caminos
que no llevaban
a casa.

Tu vientre
cáliz yermo
en el que verter simiente
que no germinaba.


Luis Royo

























Y aquí estás como la muerte
que causabas.
Las cadenas y los maderos
te aguardan.

Arrancaré tu piel de serpiente
para que no puedas mudarla;
todos verán que el disfraz
no alberga nada.

El sexo expuesto
a las miradas:
el ombligo de sus mundos,
el remolino de la cloaca.

Sabrán que eras Is Dahut
y no una santa;
una diosa venida a menos,
una furcia barata.

Leerán el futuro
en tus entrañas.
No habrá Pilatos
que pida la gracia.
Ni perdón de un mesías
para la ladrona de almas.

Y cuando grites mi nombre,
a mi espalda,
sabrás que he ganado
esta cruda guerra
aunque tú vencieras
en todas las batallas.

Brenda B. Lennox ©

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